Estaba muy sola, a cientos de kilómetros de su ciudad. Añoraba aquellas
tardes de sábado, compartidas con amigas.
Una madrugada apareció él. Y le cambió la vida. Volvió a amar.
Incondicional, se convirtió en su fiel compañero.
Comenzó a ser feliz al lado de ese indefenso perro que también se
encontraba lejos de su casa.
Meses más tarde, un desconocido golpeó a su puerta. Se miraron sin
entender lo que estaba sucediendo. La mascota llegó corriendo y se arrojó sobre
el hombre y llenó su cara de lamidos. Se abrazaron. Emotivo reencuentro.
Los tres, inseparables, a partir de ese momento.