Esa mañana se había despertado distinta. No entendía por qué, pero se
sentía rara.
Trató de recordar lo que había soñado, pero le fue imposible.
Planificó su día, mientras desayunaba. Pudo disfrutar de cada sabor, como
si fuera algo que nunca había probado.
Salió a caminar. Solo llevó su mp3.
Se detuvo en pequeños detalles que hasta el momento habían pasado
desapercibidos: la belleza de las viejas construcciones y el color de las
nuevas; el exquisito aroma de la naturaleza; el volar de las aves. Parecía un
descubrimiento constante, segundo a segundo.
Una hora después, regresó a su casa. Se dio un baño de inmersión, sin
preocuparse por el tiempo. Era sábado. Se merecía un fin de semana sin
obligaciones. Habían sido demasiados años de trabajo de lunes a domingo.
Luego buscó una de esas recetas de cocina que queda guardada en un cajón,
porque da temor hacerla y fallar. Los miedos habían desaparecido de su ser. Tomó
los elementos necesarios y cocinó un plato digno de un chef.
Se sentó a comer. Se sintió en un prestigioso restaurante, lejos de la
gran ciudad. Pero era su casa. Y sus propias manos habían preparado el menú.
Más tarde fue al cine. La película, excelente. Pudo meterse en ella, sin
ningún tipo de interferencias, del principio al fin.
Regresó, feliz, descansada, con una paz interior que para ella, hasta el
momento, había sido imposible de conseguir.
En la puerta, dos amigas la estaban esperando. Habían intentado
comunicarse con ella, pero el celular había quedado apagado, en su habitación,
desde la noche anterior. Brunella se había olvidado por completo de su teléfono
móvil. Ellas se habían preocupado, al no obtener respuesta en varias horas.
Entre mates y risas, compartieron esas largas charlas que tanto
extrañaban y tan bien les hacía a las tres.
En los minutos en los que estuvo en el baño, escuchó a sus amigas
hablando bajo, como que no querían que ella supiera de qué se trataba.
-
¿Interrumpo?
-
No. Estábamos organizando una salida para esta
noche. ¿Te prendés?
-
Vamos, che. A mí no me van a engañar. ¿Qué es lo
que no tengo que saber?
-
Es que… te notamos rara.
-
Quédense tranquilas, amigas. Nunca me sentí
mejor.
-
¿Conociste a alguien?
-
¿Estás enamorada?
-
No, chicas. Cuando eso pase, les prometo que
serán las primeras en enterarse.
Brunella no les estaba mintiendo para escaparse de la
situación. Era verdad. Lo que ni siquiera ella misma comprendía era el por qué
del cambio.
Una vez terminado el fin de semana, llamó a su psicóloga
y le pidió adelantar la sesión del miércoles. Ella le ofreció un turno a última
hora del lunes, ya que un paciente lo había cancelado.
Llegó al consultorio con tanta energía, que la doctora supuso
que le habían dado el día franco o que le había sucedido alto extraordinario.
Sin embargo había trabajado más que nunca y con una energía increíble y no
había pasado nada trascendental, aparentemente.
Quince minutos más tarde, la profesional tenía una
respuesta: Brunella poseía un poder muy especial: había logrado bloquear los
recuerdos negativos y centrarse en el presente. Por lo que ella había estudiado
sobre el tema, aquellas personas que gozaban de ese don, lo cuidaban tanto como
a su propia vida.
Cuando se lo contó a un sacerdote amigo, él le dijo que,
sin dudas, era un regalo de Dios, compensándola por todos los sufrimientos de
los últimos años.
En realidad, las explicaciones del por qué, ya no
importaban. Brunella había cambiado y su nueva actitud solo atraería felicidad,
no solo para ella sino para todo aquel que se le acercara.
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