viernes, 6 de marzo de 2015

BÚSQUEDA INCANSABLE

Gustavo no podía entender a su hermano. ¡Una hora buscando una media! Los esperaban Ignacio y Ezequiel para comer un asado en su casa. Llegarían tarde.
         Dale, che. Si no te apurás vas a tener que irte en micro. El auto me lo llevo yo. Y mirá que es un viajecito de un par de horas. No vas a llegar ni para el postre.
         Aguantame dos minutos más, ¿puede ser? – dijo Leandro.
         120 – 119 – 118…
         Andate al diablo.
         Chau, me fui.
Gustavo odiaba la impuntualidad. Tomó las llaves del vehículo que compartía con Leandro y salió del departamento.
Su padre les había regalado un auto para su cumpleaños número dieciocho, hacía un año. Eran mellizos. Su madre no estaba de acuerdo, porque presentía que les traería problemas. Y era una pena, porque siempre habían sido muy compañeros.
Leandro siguió con su tarea de búsqueda. Alana había reaparecido en su vida, luego de siete años. No podía fallarle.
         ¡Me estás jodiendo!
         No, Aly. Te digo la verdad. Las medias que me regalaste cuando cumplí doce años están en el cajón de mi mesita de luz desde entonces. Nunca las usé.
         Hagamos así: cuando nos veamos la próxima vez, me las traés y yo prometo no dudar más de tu palabra. ¿Qué te parece?
         ¡Hecho!
La cita sería en doce horas. Habían quedado en desayunar juntos el domingo. No encontrar esa media, significaría un nuevo fin de la relación. Alana podría perdonar cualquier cosa, menos una mentira.
Gustavo no quería pelearse con su hermano. Luego de cargar nafta, a unos quinientos metros de su casa, decidió llamarlo para ir a buscarlo.
Cuando llegó al departamento, ambos siguieron buscando la media. Ya no había rincón sin revisar.
Leandro se sentía derrotado.
En medio del silencio, algo cayó en el lavadero. Era Ulises, que jugando había tirado el paquete de jabón en polvo.
         ¡Acá está! – gritó Gustavo.
         Sí, ya sé. Linda idea tuviste en traer un cachorrito. ¿Qué rompió?
         Nada. No me entendiste. Te estoy diciendo que acá está tu media roja. Un poco destruida, pero la culpa es nuestra, por no comprarle juguetes al perro.


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