martes, 29 de mayo de 2012

UNA NUEVA MAESTRA


Primer día de clases. Quinto grado.
Había llegado a la escuela, con todo el entusiasmo del comienzo de año.
Excelente relación con mis compañeros, a quienes había extrañado durante las vacaciones.
Ningún problema de aprendizaje, durante los cuatro años anteriores.
Y llegó ella. La nueva maestra: Aída.
Diferente al resto, intuía, con mis nueve años, que sería importante para todos.
Temí.
¿Cómo aguantar a ese ser tan especial durante los próximos nueve meses?
Chicos y chicas, con los mismos miedos, con cara de asombrados.
Y, sin embargo, a medida que los días iban transcurriendo, a pesar de esa voz grave y esa presencia, iba descubriendo que sería la mejor maestra, que ninguno de nosotros la olvidaría jamás.
Detalles, como colocar un cabello en el libro de alguno de sus alumnos, sin que lo notáramos, para, al día siguiente, revisar esa misma página y tener la prueba de que no habíamos estudiado, la tarde anterior.
Hechos imborrables, como aquel 1º de diciembre, cuando la inspectora se presentó en el aula, con un elegante trajecito azul Francia, y ella la tiró al suelo y nos indicó que nos metiéramos debajo de los pupitres, al ver por la ventana, que un grupo de militares estaban a metros del aula, en la casa vecina.
Conversaciones de mujer a mujer, acompañándome a mi casa, en medio de una descompostura de hígado, donde me explicaba el significado de la palabra menstruación.
Dos años más tarde, volvió a ser nuestra maestra. Esta vez, solo de matemática. Me preparaba tareas especiales, para que comenzara el secundario como se debía.
Es la persona que hizo posible haber elegido la docencia, a los 13 años de vida.

UNA EXTRAÑA PALABRA


Sucedió en 1972.
De mi misma estatura, cabello muy largo, abundante, negro, cola de caballo.
Se acercó y preguntó:
        ¿Cómo te llamás?
        Maricarmen. ¿Vos?
        Blanca.
        ¿Fuiste al jardín el año pasado?
        Sí, y antes, a la guardería.
        ¿A la guardería? ¿Qué es eso?
        Es un lugar donde se cuida a los chicos chiquitos.
        Ahhhhhh – dije, asombrada.
Y me quedé pensando en esa extraña palabra.
Y mi pequeña cabecita, de 6 años, imaginó una especie de cárcel, donde cada niño, esperaba ansioso, que su papá o su mamá llegara a retirarlo.
En ese momento supe, que para mi nueva amiga, los primeros años de su vida no habían sido nada sencillos.
¿Cuánto tiempo duró esa imagen visual en mí?
No lo sé.

lunes, 28 de mayo de 2012

CADENAS

En el momento en que logres la libertad, comprenderás lo que se siente al volver a ser vos mismo, deshaciéndote de las cadenas, que ahora impiden tus movimientos.

domingo, 27 de mayo de 2012

TRIUNFO



... La mayoría de los espectadores le brindaban aliento, le proporcionaban agua fresca en forma constante.
Sin olvidarse de ellos un solo instante, y conciente de la ayuda de Dios, nunca abandonó su postura erguida, e intentó no girar su cabeza hacia atrás. Su vista se concentraba en un punto, sin poder determinar exactamente la distancia a la que se encontraba.
Una vez que alcanzara su meta, no renunciaría a su actividad como deportista, pero su próximo juego lo enfrentaría con la energía del triunfo en la competencia más difícil de su vida, con la fuerza que da la experiencia y con el placer que da la fama bien obtenida...

¿QUÉ ES CONOCERSE?


Como dice mi mamá: “Nunca terminás de conocer a la persona que tenés al lado”.
De chica, no me parecía demasiado cierto. Consideraba que el paso de los años, las vivencias, hacían que cada persona conociera a quien estaba cerca.
Pero, ¿qué es conocerse?
¿Es necesario compartir un mate, un café, una copa, para llegara saber quién es el otro?
¿Es necesario mirarse a los ojos para descubrir la sinceridad de quien tenemos frente a nosotros?
Hoy considero que no.
El diálogo, sea por el medio que fuere, hace que el conocimiento del otro vaya creciendo, al punto de prácticamente no poder ocultar un sentimiento, un estado de humor, una sensación de bronca…
Los temas de conversación con un amigo virtual son infinitos. Generalmente no hay presión, desaparece la discriminación por el aspecto físico y la persona se brinda, en la mayoría de los casos, desinteresadamente.
Algunos amigos se perderán en el camino, otros, perdurarán en el tiempo y tal vez otros transformen la amistad en otro sentimiento.
Si comparamos la vida con un viaje en tren, como leí alguna vez en un mail, sabemos que en cada estación suben y bajan personas que significan mucho para cada uno de nosotros.
Entonces, ¿qué es conocerse? Intuir la respuesta ante preguntas acerca de la personalidad del otro, saber lo que opina sobre un tema importante, imaginarse cómo actuará ante una situación en la que deba tomar decisiones.
Y para todo eso, no es necesario estar sentados en un mismo sillón o en un banco de una plaza…

LIBERTAD



Después de tantas situaciones de agresión y violencia verbal, estaba atravesando un período en el que la paz reinaba a su alrededor.

Se sentía libre y pleno.

Mucho más nostálgico que años atrás, disfrutaba de cada momento compartido.

Su sensibilidad salía a la luz ante hechos completamente simples que lo rozaban como una caricia reconfortante.

Más de una mujer hubiera querido estar a su lado para ser partícipe de sus emociones.

Tal vez él no era conciente de ello, restándole importancia a las características de su personalidad, que no eran comunes en la mayoría de los hombres de su edad.

De lo que estaba seguro es que no volvería a formar una familia, que su rol de esposo ya lo había cumplido y que el rol de padre lo estaba cumpliendo.

De modo que, si apareciera el amor de su vida, sería una relación completamente distinta, sin presiones ni imposiciones, donde la palabra comprensión fuera la que la caracterizara, donde el verbo compartir estuviera siempre presente.

Habían transcurrido unos meses desde su separación. Ahora sí estaba preparado para planificar un futuro en compañía de alguien que lo hiciera volver a sentir como aquel muchacho soñador de hacía un tiempo.

Alguien que lo valorara, que lo contuviera, que lo escuchara…

CAMBIOS DE HÁBITOS


Aquellos fríos atardeceres de julio la melancolía lo llevaba a imaginar que cuando tuviera nietos, les contaría sobre una época en la que en las fiestas de cumpleaños de los chicos colaboraban las tías, vecinas y amigas, con el repulgue de las empanadas, controlando el horno para que no se quemaran las pizzas, cortando en cuadraditos las enormes pasta frolas de dulce de membrillo o de batata. En ellas no eran necesarias las tarjetas de invitación porque TODOS estaban invitados implícitamente. Tampoco se imaginarían, en los comienzos del ´70 que se utilizarían canchas de fútbol o piletas climatizadas, para esas ocasiones. La mayoría de las casas contaban con el espacio suficiente y estaban edificadas sobre enormes terrenos donde jugar a la mancha, a la escondida o al Martín Pescador era lo más habitual.
Para visitar a un amigo no era necesario anunciarse con un mensaje telefónico, ya que muchos no contaban con una línea en su hogar. Con un timbre o simplemente con palmas se le avisaba a aquel pequeño amigo del barrio o compañero de la escuela, que compartirían la leche chocolatada con tostadas con manteca y azúcar, a la hora de la merienda.
Salir a andar en bicicleta en grupo, por calles de tierra en las que el mayor peligro era caerse en el barro, era costumbre de todos, sin distinción de género ni edad.
Los paseos no tenían nada que ver con ir al shopping ni al hipermercado (porque no existían). Familias enteras se encontraban en los espacios verdes o a la orilla del río, los domingos a la tarde y compartían largas charlas, entre mates, galletitas y algo casero, como alfajorcitos de maicena o scones.
Les explicaría que la palabra kermesse no era una marca de moda, sino un evento donde el objetivo era recaudar fondos para alguna institución pública, donde padres e hijos se divertían participando de juegos y llegando a su casa con algún premio obtenido, consistente en un simple adornito para ubicar en el aparador de la cocina.

sábado, 26 de mayo de 2012

ATENCIÓN


Lo importante es tener los pies sobre la tierra, pero darse el permiso de volar, no conformarse con la realidad que hoy nos toca vivir, soñar con un futuro mejor, aspirar a la felicidad sin perder la esencia. Estar atentos. 
No subir al tren equivocado cada vez que nos detenemos en una estación, porque, en muchas ocasiones, pasaremos más tiempo del esperado, sin poder bajarnos.

EXTIRPACIÓN DEL MIEDO


… El miedo había paralizado sus neuronas.
La intervención quirúrgica duró más tiempo del esperado.
Sin embargo, la operación fue un éxito, gracias a Dios, gracias a un excelente equipo y, especialmente, a sus ganas de vivir.
Ahora sus células cerebrales están más activas que nunca.
Ya no quedan secuelas. Solo alguna cicatriz, que se ve, pero que ya no duele.
Ahora es dueña de su ser. Volvió a ser ella misma.

DE PIE


Los golpes, al principio, eran en las piernas, en los pies, para detener su paso.
Luego en los brazos, en las manos, para no poder apoyarse, para no caer.
Más tarde se dirigieron al estómago y al pecho, para que el dolor hiciera que se doblara en dos.
Ahora son en la cabeza. Intenta provocar un desmayo, tal vez para tener la ilusión, durante unos minutos, de verla muerta.
Pero no lo logrará.
Ella sigue y seguirá de pie, a pesar de maquillarse cada mañana, para tapar las heridas.
Una energía invisible la sostiene. Es un regalo de Dios y de todas las personas que de una manera o de otra le brindan su apoyo incondicional. Una energía que crece, día a día.

EL CAMINO


El camino había sido muy largo. Los obstáculos, muy difíciles. Las caídas, innumerables.
Valió la pena.
De aquellos años trató de filtrar lo positivo.
Aunque no pueda olvidar las humillaciones sufridas, aunque las cicatrices no se hayan borrado, lo importante es el presente.
Se había terminado la etapa en la que debía ocultar sus sentimientos y contener las ganas de expresarse abiertamente.

Varias son las palabras agradables de escuchar, de decir, de escribir, que son parte de este hoy, tan esperado.
Libertad: tal vez, la más anhelada.
Respeto: que no exigía por temor.
Calma: que le devolvió su salud, física y mental.
Compañerismo: que no había conocido a nivel de pareja.
Amor: que pensó que jamás volvería a sentir.

La felicidad había llegado a su vida, acompañada de la esperanza de poder disfrutarla desde ahora y para siempre…

IMÁGENES


Diluvio. Noche de verano.
Un encuentro postergado, durante semanas, para tratar una decisión tomada dos meses atrás, y hablada en forma telefónica.
Un viaje de una hora, en ómnibus, sin nada ni nadie que interrumpiera su conversación.
Besos tan inevitables, como apasionados, en medio de la gente, en una estación de subte, o en una transitada vereda de la gran ciudad.
Una exquisita cena, en un lugar tranquilo. Una larga charla, sin ningún cambio en el tono de voz. Proyectos, sueños, realidades. Planificación de futuros encuentros. Miradas.
La insistencia de él, en pasar la noche juntos, en ese lugar. La respuesta negativa de ella, con una simple expresión: Cortamos.
Dos seres atraídos, en cuerpo y alma. Dos seres unidos, por sus sentimientos.
Un último beso, más intenso.
El regreso a casa, separados…

DESCUBRIÉNDOSE


Invierno atípico. Ciudad con características únicas. Comienzos del siglo XXI.
Su cumpleaños número cuarenta no lo había sorprendido. El ritmo de vida, el entorno, los constantes problemas laborales y personales, tal vez hayan sido los causantes de una ceguera que parecía no tener cura.

Una húmeda y templada mañana intentó levantarse de su cama, pero su cuerpo parecía atado,  manipulado por un ser diabólico contra el cual no podía luchar. Por primera vez en su vida se sintió débil, desamparado; como un niño abandonado en una isla desierta.
La ventana de su habitación estaba cerrada. Minutos después, había perdido la noción de tiempo; y, por momentos, también de espacio.
¿Sueños, pesadillas? ¿O reflexiones?
Bombardeaban su mente los reclamos de cada una de las personas “afectadas” por su personalidad, tan egoísta, tan fría, tan cruel.
Estaba en la primera fila; era espectador de una atrapante obra de teatro protagonizada por él mismo. La música de fondo le recordaba aquellas películas que tanto miedo le provocaron en los primeros años de su vida.
A su  lado, tratando de protegerlo, su hijo, de diez años de edad; a pocos metros, a sus espaldas, pudiendo percibirla, pero no verla, su ex mujer, con quien había compartido la mayor parte de sus días. Formando un perímetro, los amigos, a quienes ya no consideraba tales, por sus actitudes. Y volando, como ángeles, con lágrimas en los ojos, sus padres.
Cada uno de ellos le había dado desinteresadamente, la  posibilidad de amar y ser amado. Sin embargo, la armadura que lo fue cubriendo a un ritmo lento pero constante, asfixió sus sentimientos.
Sus piernas no respondían. Quería huir o al  menos alejarse del sector de las plateas y ubicarse en otra butaca, más lejana del escenario. Imposible.
Con ansiedad esperaba la caída del telón, aunque éste no existiera.
El protagonista de la obra no hablaba. Sabía que no era mudo, por los gritos de dolor que emitía. Tampoco era sordo, sus ojos se desorbitaban ante cada frase de los actores que formaban el reparto.
Una pantalla gigante proyectaba fotos antiguas, fotos actuales, imágenes vividas, imágenes soñadas.
La acústica era tan perfecta, que hasta el espectador de la última fila oía los suspiros, los susurros y hasta la respiración de quienes se encontraban en el escenario…

Noche fría y lluviosa. La sequedad de sus labios y la aceleración del ritmo cardíaco eran desesperantes. Apoyando sus manos en las paredes de un largo pasillo, pudo llegar hasta la heladera y beber un sorbo de agua fresca.
Miró el reloj, se asomó a la ventana, y lentamente volvió a su habitación. Se sentó en su cama, pero su cabeza no podía sostenerse. Volvió a recostarse.
Había descendido la temperatura de su cuerpo. Ahora sí podía tomar conciencia de las horas vividas de ese extraño día.
Reflexionó durante todo el lapso que esa invasora gripe usurpó cada centímetro cuadrado de su ser.

Tarde templada. Sol resplandeciente.
Se dio un baño reconfortante. Eligió su mejor ropa, su más exquisito perfume y salió de su casa. Dejó el auto. Caminó hasta divisar el sol ocultándose en el horizonte.
Y volvió a su actividad, ya no como el ser frío, egoísta y cruel que aquella mañana había sido sorprendido por una gripe; sino como la persona que era realmente, una vez destruída la armadura que alguna vez él mismo había fabricado.