viernes, 29 de junio de 2012

TUS PALABRAS


Tus palabras son el impulso
que me lleva a la inspiración.

Tus palabras son un susurro
que sin sonido, es canción.
Tus palabras son agua, luz,
ternura y comprensión.

Tus palabras son alimento,
en invierno, son calor.
Tus palabras son una imagen
que se esconde tras un telón.

Tus palabras son como un viaje
a un mundo mejor.
Tus palabras son mucho más
que un encuentro entre los dos.

jueves, 28 de junio de 2012

RESPIRA, DE PIE


Erguida ante los obstáculos,
erguida ante el mundo,
erguida ante el peligro,
erguida, siempre.

Respirar buen aire,
en sus pulmones, aire,
frente a su rostro, aire,
frente a la vida, aire.

Valentía, optimismo,
energía,
LIBERTAD.

miércoles, 13 de junio de 2012

Hoy es un día muy importante para mí.
Es la primera vez que me dicen FELIZ DÍA, un 13 de junio.
Gracias a aquellos que influyeron como para que decidiera escribir. Gracias a aquellos que me brindan su tiempo, para leerme. Gracias a aquellos que me transmiten energía para seguir adelante.
FELIZ DÍA, para cada uno de ustedes.

jueves, 7 de junio de 2012

TU PRIMER DÍA DE CLASES


¡Parecía tan lejana la llegada de este día...! Sin embargo aquí estamos, viviendo el 4 de marzo de 2000.
En pocas horas, una nueva etapa comienza para vos y para todos los que tanto te amamos. Tal vez sea el cambio más importante de toda tu infancia.
Nuevos afectos, nuevos horarios, nueva rutina, y hasta ropa hasta ahora desconocida para vos.
Deberás despedirte de tu mema, salvo para dormir (por ahora). Ya no podrás quedarte a la mañana, durante horas en la cama mirando tele. Tampoco podrás mirar tus Aventuras en pañales a cada ratito, como lo hacías hasta hoy, gracias a la video cassetera.
El lunes comenzarás tu Jardín de Infantes.
Compartirás tus juegos, cosecharás amigos, aprenderás mil cosas; aceptarás la ayuda de personas que aún desconoces para desenvolverte en cosas tan importantes, a tu edad, como vestirte o ir al baño.
¡Te veo tan grande!, cuando afirmás tu independencia. ¡Te veo tan chiquito!, al lado de los demás, con tus apenas dos años y ocho meses.
Sentimientos totalmente contradictorios se adueñan de mí. Me duele, a veces, ese despegue tan necesario para ambos. Y a la vez la felicidad y el orgullo llenan mi ser.
Día a día, trato de prepararte para que no sufras, para que no confundas este paso con un abandono de nuestra parte.
Sé que podés lograrlo. Dios te dotó de una personalidad que te permitirá adaptarte enseguida.

AMOR DE MADRE


¿Alguna vez alguien se preguntó sobre el momento en que nace el amor de madre...?

En mi caso, nació en el mismo instante en que decidí concebirte.
Y no me arrepiento de haber esperado tanto tiempo para cumplir este nuevo rol. Sé que ahora es muy distinto a lo que hubiera sido a mis veinte años. Creo que estoy disfrutando la maternidad mucho más que si hubieras llegado hace diez años.
Hoy te veo, pisando tus veintidós meses y te siento "grande", independiente. Observo tus progresos hora a hora y me parece increíble. Te miro cuando usás tu cuchara para llevar la comida a tu boca y siento un poco de nostalgia de aquellos nueve meses en que la leche de mis senos era tu alimento. Ese vínculo tal vez sea más fuerte que el del cordón umbilcal que te unió a mí durante treinta y cinco semanas.
Trato de disfrutar cada etapa, conciente de que no volverá.
La naturalidad con que te despedís de mí con un "tau" cuando te vas de la mano de tus abuelos o de tus tíos, me llena de emoción. Y tu voz a través del teléfono cuando me llamás, acompañada de ruidosos besos, es lo más dulce que oí en mi vida.
Descubro en la transparencia de tus negros ojos, gran parte de lo que pasa por tu cabecita. Tu mirada es más clara que las palabras.
La ternura con que demostrás tu cariño, con tus suaves caricias y tus cálidos abrazos, me provocan inmovilidad, deseando quedarme allí... mirándote y mimándote eternamente.
Perdoname si fui débil en tus momentos más difíciles. El dolor que sentí las veces que padeciste algún problema de salud fue mucho más fuerte de lo que cualquier persona sin hijos pueda imaginarse. Recé en medio de las lágrimas que me fue imposible contener. Y pedí que la enfermedad que tenías pasara de inmediato a mi cuerpo.
Dios y tus ángeles de la guarda siempre te protegieron. Y gozás de muy buena salud.
Mi mayor deseo es que seas una persona de bien y que la felicidad te acompañe siempre.

UNA PALABRA HECHA CANCIÓN


Cuando una mujer planifica quedar embarazada, sueña con la confirmación de la existencia de su hijo. Cuando sabe que está en su vientre, espera ansiosa poder percibir sus movimientos. Y luego, cuenta los días que restan para tenerlo en sus brazos.
Una vez que nace, las sorpresas superan las expectativas; semana a semana ve los progresos de ese ser, que tan rápidamente va creciendo.
Y hay un momento muy especial, indescriptible: es aquel en el que la palabra MAMÁ sale de esa pequeña boca y cuyo sonido es una dulce canción. Una canción que se repite infinitas veces al cabo del día. Una canción que da la energía que esa mamá necesita, luego de tantas noches deseosa de dormir. Una canción que moviliza. Una canción que gratifica. Una canción que alimenta.
Yo no lo esperaba en este momento. Calculaba que pasaría un largo tiempo hasta que mi bebé me nombrara. Sin embargo, apenas cumplidos los siete meses, me llama cada vez que me necesita.
En treinta y un años, nunca me llené de orgullo tanto como ahora, cuando escucho esa palabra hecha canción.
Hasta hace pocos meses pensaba que la mejor etapa de una mujer era el embarazo. Hoy, dejo de lado esa teoría para afirmar que a partir de la concepción de un hijo, las palabras no son suficientes para describir la satisfacción que provoca cada gesto, cada mirada, cada sonido, emanado de ese ser al que conocemos más que a nosotras mismas.

viernes, 1 de junio de 2012

PESADILLA


Durante meses tuvo un sueño reiterado.
Mientras estaba sentada a la mesa del comedor de su casa, mirando fotos viejas, de la época de su abuelo, escuchaba carcajadas que parecían surgir de tantos rostros, para ella, desconocidos.
Al asustarse, intentaba huir, por la pequeña puerta que daba a un cuarto muy oscuro. No podía abrirla. Hacía presión con todo su cuerpo, pero era imposible.
Las carcajadas se iban multiplicando, hasta dañar sus oídos.
Cada mañana, se despertaba con la imagen de su abuelo, a su lado, y ella preguntándole: ¿Fuiste feliz en tu juventud?

PUERTAS ABIERTAS


Ir a aquella humilde casilla de madera, era sentirme parte de esa familia numerosa, que me brindaba una calidez indescriptible.
Sin embargo, mi sentido del olfato no estaba tan a gusto como mi corazón.
Tal vez la humedad en la madera, quizás por las grandes cantidades de alimentos que cocinaban, quizás por el poco espacio, para tantas personas, se respiraba un aroma totalmente desagradable.
A pesar de todo, me hubiera gustado continuar yendo, algunas tardes, durante el resto de mi adolescencia.
Me habían elegido como madrina de aquella bebé, que nació en diciembre, y cuyo corazón no resistió más que algunas horas.
¿Qué pasó? ¿Por qué no seguí en contacto?
Realmente, no lo sé.
Comenzaba una nueva etapa: la escuela secundaria.
No vi nunca más a mi compañero. Sí a una de sus hermanas, no hace mucho tiempo. Ella recuerda aún el sabor de la chocolatada con tostadas, que mi madre preparaba, cuando iban a mi casa.
¿Qué hubiera sucedido si aquel ser tan pequeñito y frágil hubiera sobrevivido?
Sería una mujer de treinta y tres años, y, seguramente, me consideraría parte de aquella familia que siempre me abrió sus puertas.