miércoles, 28 de octubre de 2015

FECHAS

El día anterior ya había comenzado a sentirse mal al ver la fecha en su agenda. No podía saltear el 26/08. Le hubiera gustado dormirse y despertarse dos días después. Pero no podía.
Se levantó con el cuerpo pesado, los ojos hinchados y un terrible dolor de cabeza. No podía sacarse de la mente los recuerdos de aquel 26 de agosto, en el que su hermano había muerto, en un accidente de tránsito.
Llegó a la oficina a la hora de siempre. Cada compañero que lo veía le preguntaba qué le pasaba. No tenía ganas de responder. En esa situación, no le importaba quedar como un maleducado. Algunos conocían su historia, pero no sabían como ayudarlo. Respetaban su silencio.
A media mañana ya había tomado tres enormes tazas de café, intentando despabilarse, sin obtener resultados.
A las 11 hs. estaba citada una nueva integrante de su grupo de trabajo. La habían enviado desde una sucursal del interior de la provincia.
Juan Manuel se había olvidado por completo. Su mente se había trasladado diez años atrás. No podía concentrarse en nada.
Fue al baño. Se sentía mareado. Se miró al espejo. Tenía un aspecto horrible. Se lavó la cara, se mojó el cabello, se peinó. Se volvió a mirar y no le gustó lo que vio.
Se arrepintió de no haber pedido el día libre. ¿A quién podía serle útil en ese estado? Se hubieran arreglado perfectamente sin él.
Volvió a su oficina. Frente al escritorio estaba ella. Juan Manuel no entendía qué estaba sucediendo. ¿Qué hacía una desconocida en su lugar de trabajo?
-        Fátima López – le dijo, estrechando su mano derecha.
-        Juan Manuel García – respondiendo al saludo.
Se sentaron. Él no sabía qué decir, se sentía confundido. Entonces, ella tomó la palabra.
-        Vengo de la sucursal de Tandil.
Juan Manuel la escuchaba, pero no lograba comprender.
-        Allá ocupaba el puesto de jefa de marketing. No sé qué tareas tendré que hacer aquí…
En ese momento, él reaccionó. Tal vez porque se imaginaba una mujer mayor, no relacionó lo conversado con su jefe el día anterior. Sabía que la nueva compañera tenía veinte años de experiencia. No se la imaginaba así: bella, joven, simpática.
-        Nuestra jefa de marketing renunció. Se fue a vivir al exterior. Así que ocuparás su lugar.
-        ¿Y cuándo será mi primer día de trabajo?
-        Hoy mismo, si estás de acuerdo.
-        No hay problema. Cuando usted lo disponga.
¿Usted? Era la primera persona, en años, que no lo tuteaba.
-        Te acompaño a tu nueva oficina.
-        Gracias.
La oficina de Fátima se encontraba al lado de la de Juan Manuel. Eran idénticas: las paredes, color beige, con fotografías de eventos de la empresa; los pisos, alfombrados; los muebles, modernos; una enorme ventana, con una cortina blanca; aire acondicionado frío-calor y todas las comodidades necesarias.
A la hora del almuerzo, Fátima salió a comprar algo. Al regresar, apurada, con algunas bolsas en sus manos, entró en la oficina de Juan Manuel, confundiéndola con la suya. Él estaba, contemplando una foto de su hermano. Se sobresaltó hasta el punto de casi caerse de su silla giratoria.
-        Perdón, me equivoqué – dijo, ruborizada.
-        No es nada. Sentate, no hay problema. Muero por un vaso de gaseosa.
-        Acá traje. Compré comida, también. Tengo suficiente para los dos.
-        Sí, veo – dijo Juan Manuel, riendo.
Improvisaron un mantel con servilletas de papel y compartieron el almuerzo.
Un año más tarde, en el mismo lugar, brindaron por aquel 26 de agosto, que fue el día en que se conocieron y no mucho después, ya habían comenzado una relación.

La noche anterior, en medio de un hermoso sueño, el hermano de Juan Manuel le había asegurado que Dios le había enviado ese gran regalo, para que no volviera angustiarse en esa fecha. Desde ese momento, fue un día para celebrar.

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