jueves, 19 de junio de 2014

Remedios, siglo XXI


3 de febrero de 2014.
Mañana lluviosa en Buenos Aires.
Hace treinta y tres días que José y yo volvimos a este mundo.
Dios nos envió para una gran misión en mi país.
¡Es todo tan distinto! Parece un libro de ciencia ficción.
A los dos nos está costando esto de la tecnología. Nuestros tatara tatara nietos intentan enseñarnos. ¡Tienen una paciencia….!
Todavía no pudimos disfrutar de una cena romántica. Si optáramos por un restaurante, José estaría firmando autógrafos y sacándose fotos todo el tiempo. Me encantaría visitar esos hermosos lugares de Palermo o de Puerto Madero. Pero, al menos por ahora, nos estamos quedando en casa. Su celular no para de sonar en los pocos minutos que dedica a la comida. ¡Insoportable!
Tengo que reconocer que aunque nunca fui celosa, no puedo controlarme cuando leo los mensajes de las muchachas de los clubes de fans (¿se dice así?) en su muro del Facebook.
¡Cuánto más fácil era ser la esposa de alguien importante en el siglo XIX!
Sin embargo, a pesar del sacrificio que estoy haciendo para adaptarme a esta nueva vida, me llena de orgullo ser la mujer de José. Antes también, pero ahora es diferente porque todo el mundo (todo el mundo, y no exagero) lo respeta y lo admira.

Debo agradecer a Dios esta oportunidad.

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